El viernes 3 de agosto, MECA Mediterráneo Centro Artístico presenta el programa Estudio Abierto, Innoacción Microlab, que contará en esta ocasión con la participación del artista sevillano David López Panea, bajo el formato de Action Painting y a través del cual la sala MECA se convierte en un espacio de trabajo en directo en el que el artista realizará diferentes obras en grandes formatos bajo la atenta mirada del público que quiera asistir desde las 17.30 y hasta las 22.00 h. Se trata de una acción en la que la interactuación entre los asistentes y el artista será vital para experimentar los diferentes procesos creativos que en este caso David López Panea desarrollará en este entorno de trabajo, preparado como estudio abierto de artista.
El proceso como parte esencial de su trabajo es lo que MECA destacará en esta acción que ha sido coordinada por Fernando Barrionuevo tras largos años de conocimiento del artista y con el que ha contado en numerosas ocasiones en los proyectos expositivos que ha comisariado en diferentes ciudades.
David López Panea está fuertemente vinculado a Almería, ya que desde hace años reside temporalmente en el Parque Natural Cabo de Gata Níjar, en donde y en plena naturaleza desarrolla un trabajo intenso y esforzado cuyos resultados evidenciaban un contacto íntimo y profundo de comunión con la naturaleza. Esta experiencia rebasa con creces el mero hecho de pintar los cuadros en su estudio de Sevilla, siendo fundamental para analizar los trabajos realizados, que han sido ingentes, la valoración del trabajo realizado en el lugar. Subir y bajar el collado, hacer el sendero, marcar el territorio, contemplar las montañas, las plantas, los animales… Todo lo que rodea esta experiencia queda plasmada en unos lienzos, dibujos y acuarelas que transmiten un cierto extrañamiento. Son piezas singulares por el poderoso rumor o murmullo que emiten. Son obras que transmiten un gran poder, hablan el lenguaje de las montañas.
En esta ocasión MECA se convierte en la estancia del artista para poder proyectar en vivo y en directo con el público sus experiencias vital y natural.
Como dice el crítico de arte Juan Bosco Díaz Urmeneta sus obras, más que ser réplicas de esos parajes, levantan acta de las relaciones que trabó con ellos, de las ideas, a veces contradictorias, que despertaron en él. Su trabajo se mueve así en un espacio impreciso: no se sitúa fuera del paisaje (así lo convertiría en escenografía) pero también evita reducirlo a mero sentimiento. Por otra parte, sus paisajes poseen algo de crónica de un abandono: reivindican la dureza natural (hoy olvidada), su pujanza (siempre en peligro de ser esquilmada) y también aquellas obras (acequias o molinos) con las que hombres y mujeres de otro tiempo intervinieron en la naturaleza para habitarla más que para explotarla.
Estas perspectivas tan diferentes encierran el riesgo de someter la naturaleza a nuestras ideas. Quizá por eso, López Panea sujeta sus paisajes a lenguajes plásticos precisos. La densidad del pigmento y la mirada cercana al objeto (ladera, roca, tierra) construían no una vista del paisaje sino su desconcierto. Sus dibujos evitan la mancha. La alternancia tonal entre luz y oscuridad se da sólo mediante líneas: ausentes en ciertos lugares, liberan la luminosidad del papel, y en otros se aproximan para evocar la densidad de la vegetación. Los dibujos tienen así ecos de la caligrafía característica de la plástica oriental.
Los rasgos naturales se transfieren a determinadas calidades del trazo: la materia del carbón está unida al gesto que la deposita en el papel. Todo esto confiere al dibujo dosis de abstracción y también de ascetismo. Una y otro convienen a la entereza de los paisajes que frecuenta el autor. Son obras ciertamente duras pero tienen una importante recompensa, el ritmo. La mirada, sorprendida al principio, descubre después, poco a poco, los tiempos del paisaje. Tiempos que están inscritos en la figura quizá porque retienen la cadencia de los gestos del pintor, siempre inciertos porque no siguen libretto ni guión previos, sino que surgen del mismo toma y daca entre el autor y la obra. Intercambio que prolonga de algún modo el que se da entre viajero y entorno natural. Puede que esta sea la razón por la que estos dibujos retienen el desconcierto del paisaje y lo proponen a la mirada.