De sus eternos gestos lineales surgen de manera espontánea y reiterada estas franjas multiformes que como si de una tendencia se tratase nos abren múltiples ventanas coloristas que nos dan a entender su deseo reiterado de encontrar y hacer partícipe al público de los múltiples lenguajes que cada uno de ellos esconde, a veces incluso nos lo desvela. La importancia está tanto en la forma como en el fondo.
Juan Morante aplica en su totalidad el concepto de Malevich de que "la luz no parece ser el objetivo principal, sino un medio técnico que sirve para revelar lo conocido de la profundidad de las tinieblas".
Y de esa profundidad nacen obras rotundas en diferentes niveles, desde líneas esbeltas concebidas como utópicamente localizables hasta trazos ligeros en las que la inevitable acumulación ejerce toda una influencia en la arquitectura global de la composición de las obras.
Para Juan Morante esta muestra en continua evolución establece el escenario ideal de su tan ansiada libertad creativa, son su fuente de color, de las que extrae sus máximas percepciones y a las que él contribuye aportándoles el equilibrio y la belleza tan manifestados en sus obras.
Si buscamos alguna característica clara que identifique la obra de Morante es sin duda la evidencia de la búsqueda continua de la armonía entre el color y el ritmo. Así en esta serie el equilibrio cromático es lo que dota de coherencia al conjunto y se vislumbra claramente como esencia final de su fuero más interno.